En la actualidad, posicionar un material utilizado en envases y/o embalajes como verde o ecológico es un aspecto valorado por el consumidor de forma positiva. Sin embargo, no se deben minusvalorar el resto de propiedades que garantizan el fin último de todo envase: proteger y mantener el producto.
Para elegir un embalaje ecológico debemos optar por un material que se adapte totalmente a las necesidades del producto y tenga capacidad de resistencia a factores externos adversos. Por ejemplo, la humedad, la capacidad amortiguadora y de absorción de impactos y la capacidad aislante frente a oscilaciones térmicas. Además de todas estas propiedades, el material de embalaje utilizado debe ser ligero, con objeto de abaratar al máximo los costes de transporte y almacenamiento.
Tanto en su aplicación como envase alimentario o para el embalado de bienes de consumo, el poliestireno expandido (EPS) cumple con todos los requisitos ya enumerados. Sin embargo, no se deben olvidar sus cualidades principales desde el punto de vista ambiental: su reciclabilidad del 100% y el hecho de que en un 98% esté compuesto por aire.
Para identificar y verificar los impactos ambientales reales del envase y embalaje de EPS, el sector lleva años realizando estudios de análisis de ciclo de vida que permiten analizar objetivamente su carga ambiental. Para ello, se han utilizado normas estandarizadas ISO que garantizan que los estudios se lleven a cabo con rigor científico y técnico a través de una entidad externa al sector. Además, de manera voluntaria, las empresas y el sector en su conjunto, tanto en el ámbito nacional como en el europeo y el internacional, trabajan continuamente en la promoción y optimización de los procesos productivos y la gestión final del residuo generado.
Fuente: Interempresas.net